La izquierda internacional vivió con indiferencia y sin entender por qué estallaron las Primaveras Árabes en el mundo musulmán. La visión y enfoque que hicieron Europa, frontera con el Magreb y Oriente Medio, y Occidente de las mismas, han sido tachadas de racistas y despectivas por prestigiosos intelectuales de la región, como si el pensamiento, la filosofía, el laicismo consecuente, el marxismo culto y el rechazo al Islam, no tuvieran el suficiente peso en "esos Estados fallidos" para ser considerados con seriedad en "la cuna de la civilización". Veamos la problemática desde "la otra orilla".
La Primavera Árabe comenzó como una revuelta de las fuerzas progresistas encabezada por las mujeres (1) del "basta ya", la izquierda marxista, los movimientos laicos y demócratas, los marginados y todos aquellos que habían pasado por la cárcel o habían sido objeto de persecución y/o tortura por manifestar su discrepancia con el régimen de turno.
Cuando los gobernantes vieron que el levantamiento (en el Magreb y Oriente Medio) iba en serio se prepararon para aplastarlo sin piedad, mientras que las vanguardias esperaron "ingenuamente" ayuda de la izquierda internacional. La desaparecida activista siria Samira Khalil, (galardonada con el Premio Petra Kelli de la fundación Heinrich Boll en 2014, por su trabajo en el Centro para la Documentación de la Violación de los DDHH en Siria), resumió así esa realidad: “El mundo cerró su corazón y se fue de vacaciones”.
En las Primaveras Árabes el movimiento progresista quedó atrapado, con la indiferencia e incomprensión del resto del mundo -como reconocen los analistas de la región-, entre los tiranos y los clérigos. Los sublevados se vieron obligados a luchar en dos frentes, lo que debilitó su fuerza, y acabaron siendo fagocitados por los Señores de la Guerra que apoyaron a los dictadores o a los fundamentalistas. Y, lo que es aún peor, el movimiento progresista, desesperado, se fraccionó, y unos decidieron combatir junto al autócrata para derrocar al Daesh y otros lucharon al lado de los islamistas para derribar al déspota.
Según el intelectual libanés Gilbert Achcar (de ideología socialista y profesor de la Universidad de Londres):
En las Primaveras Árabes se vio que la debilidad de la izquierda es inversamente proporcional a la fuerza del fundamentalismo. En América Latina la Teología de la Liberación es un componente importante de la izquierda (…) En Oriente Medio la izquierda se enfrenta al fundamentalismo islámico como uno de los polos principales de la política reaccionaria, siendo el otro polo el constituido por los regímenes.
Achcar, quien coincide en sus análisis con prestigiosos revolucionarios árabes, entre ellos el sirio Yassin al-Haj Saleh, agrega que:
Los fundamentalistas, de marcado carácter reaccionario, aprovecharon las primaveras para intentar “hacer girar atrás la rueda de la Historia”, según la famosa expresión de Marx y Engels. Los extremistas religiosos sueñan con retornar a la mística Edad de Oro de hace treces siglos.
Tanto Achcar como el escritor y médico sirio Yassin al-Haj Saleh, quien pasó 16 años en la cárcel (1980-1996) por su militancia en un partido marxista, remachan que el arco de los islamistas es muy amplio (desde los moderados a los muy radicales), pero que esa comunidad, en general, sólo practica el altruismo, con elogiosas excepciones, entre los suyos, no con los laicos, con el movimiento feminista o con la izquierda, ya sea o no atea.
Yassin al-Haj Saleh, de 57 años, que vive exiliado en Turquía desde 2014, está casado con Samira Khalil (1961), autora de "El Diario del asedio a Duma, 2013", quien estuvo en la prisión de la familia Asad cuatro años (1987-1991) por su militancia en la izquierda marxista y por luchar “con ovarios” por el empoderamiento de la mujer y el respeto y cumplimiento de los DDHH.
En diciembre de 2013, fue secuestrada en Duma (periferia de Damasco) -cuando huía de la policía de Asad- por el ultraconservador Yais al-Islam (Ejército del Islam) junto a otros tres compañeros. El cuarteto, formado por Samira, la abogada Razan Zaitouneh, su marido Wael Hamede y el poeta Nazem Hamadi, fue el icono referencial de la Revolución siria y una fuente de inspiración para los levantamientos progresistas de las Primaveras Árabes.
Cuando Yassin al-Haj Saleh, quien se confiesa admirador de García Lorca y Pablo Neruda, asistió a una reunión de las partes enfrentadas en Siria que tuvo lugar en Estambul (en julio de 2017), pidió a los representantes del Yais al-Islam, cuyo comandante es Zahran Alloust, que dejaran en libertad, -ya que no suponían ninguna amenaza para nadie-, a su mujer y al resto de sus compañeros. Por lo visto, según publicó el mismo Yassin en Rebelión, le dijeron “que harían gestiones” para soltar a los cuatro.
Ya decepcionado, escribe en el citado medio:
Las prácticas de los islamistas no son homogéneas, pero parecen ciertamente similares en lo referente al trato con los no islamistas, donde muestran una falta casi total de altruismo (…) La potencial justicia islamista respecto a los demás es mera auto-justicia, egocéntrica, sin posibilidad alguna de que se consiga una justicia verdadera.
Yassin agrega “he sufrido tanto las torturas del régimen de Asad como la persecución de los islamistas” (…)
El autor de “La Revolución Imposible” (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo), dijo en Madrid, en abril de 2018, cuando presentó un anticipo de su obra (2) :
Los izquierdistas occidentales nos han abandonado. La izquierda internacional no se ha puesto al lado de la revolución.
Y, como queriendo recalcar que el espíritu de los Cuatro de Duma, -todos ellos integrantes del Centro para la Documentación de las Violaciones de los DDHH (VDC)- “estuvo presente en todas las Primaveras Árabes”, nos lanzó este mensaje que vale la pena repetir hasta aprenderlo de memoria:
Ellos CUATRO nos representan, representan a la revolución siria (y de otros países del Magreb y O.M) con sus valores liberalizadores, no como una lucha por el poder. Representan la política desde abajo, con la gente y no desde arriba. Representan la ampliación de horizontes de pensamiento y de horizontes políticos y éticos, no el estrechamiento o cerrajón de las almas. Representan (…) la elevación por encima de los lazos sectarios.
[1] La marroquí Fátima Mernissi (1940-2015), considerada una de las voces más relevantes de la intelectualidad árabe, decía ya, en 1992, en su obra "El miedo a la modernidad, Islam y Democracia": Estoy convencida de que el cambio a la modernidad lo van a liderar las mujeres, ¿Por qué, me preguntaréis van a ser las mujeres las que van a liderar esa audaz vanguardia? Porque no tenemos nada que perder más que nuestros miedos, nuestras máscaras y todas las mutilaciones que acompañan a la segregación y al encierro.
[2] En la presentación de La Revolución Imposible, el escritor y filósofo español Santiago Alba Rico dice, en un lenguaje demoledor: "El caso de Siria es ejemplar, también paradójico. Siria sí tiene a su Zola, a su Camus, a su Sartre, a su Edward Said (palestino-estadounidense) se llama Yassin al-haj Saleh y es autor de este libro tan preciso como terrible "La Revolución Imposible" que explica, entre otras cosas, por qué su voz, junto con la de sus compatriotas, es inaudible en Europa: precisamente porque es sirio (...) Se trata de que los sirios (también para los analistas occidentales que trabajan en periódicos comerciales) no son importantes, ni a la derecha ni a la izquierda, para ninguno de los que, de palabra o de obra, se ocupan de Siria".